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La fecha del fútbol inofensivo

La fecha del fútbol inofensivo



La fecha que todos esperábamos, nos decepcionó. Los equipos padecieron de amnesia y se olvidaron de atacar, tal y como lo venían haciendo. Desplegaron un fútbol irreconocible y monótono.


Ya no hay gladiadores. Ya no importa ganar el partido más importante del año. Lo que importa es no perder. El empate es la nueva victoria en el fútbol moderno.

Mucha tensión y pocas nueces. Mucha publicidad. Mucho ruido. En la fecha de los clásicos (aunque mucho de los partidos no lo fueron), los bostezos fueron los únicos movimientos faciales que tuvieron los hinchas.

El estado de las canchas y las chicanas creaban un gran ambiente durante la semana. Los fanáticos afilaron sus mejores cábalas. Las hinchadas realizaban banderazos para apoyar, otros para amenazar. Los del interior se subían a los colectivos para no perderse esta festividad sagrada, esta fecha que es una oda a la rivalidad.

La fecha la inauguraban tres encuentros que de clásicos no tenían ni el nombre. Atlético Rafaela y Patronato; Olimpo y Aldosivi; Velez Sarfield y Argentinos Juniors marcaron ocho goles el viernes. Un gol faltó para cumplir el ficticio promedio de gol. La fecha pintaba bien. Todos esperábamos, en nuestros sillones, que los rivales se reventaran a goles y contraataques.

Nos despertamos el sábado esperando ver grandes Odiseas, ver algunas guerras de Troya. Pero en realidad nos encontramos con jugadores que parecen muñecas. Ese día se marcaron seis goles en cinco encuentros. Por suerte los granates se encargaron de regalarnos dos verdaderos golazos. En La Plata aburrieron. En Bajo Flores ni los penales querían entrar. En Sarandí durmieron la siesta. En Cuyo un zapatazo nos despertó. En Santa Fe la metieron sin querer hacerlo.

En esta fecha el fútbol no fue ofensivo ni defensivo. Fue inofensivo. Parecen lejanas las épocas en las que los centrales afilaban sus tapones o en la que los delanteros jugaban a los saltos para esquivar los atroces goles. En la fecha 12, delanteros y defensores se tomaron unas vacaciones. Los ataques no aparecían y, por lo tanto, las defensas no tenían trabajo.

Estuve optimista y creí que rosarinos, bosteros y gallina podrían satisfacer mis necesidades futbolísticas el domingo. Pero me equivoqué.

Rosario Central no hilvanó una idea. No generó juego. Newells, el local, tenía miedo a perderlo y temía que se cumplieran las negras promesas de sus hinchas.

En el superclásico, Pablo Pérez, jugador xeneize, se encargó de desnivelar el encuentro. Pero lo hizo en favor de su rival. El irascible futbolista se hizo expulsar infantilmente a los diez de la primera etapa. Desde entonces Boca se paró para el contraataque ante un River que no podía traspasar su muralla.

Cero a cero. Día gris.

Ni los grandes de Avellaneda nos salvaron. Cero a cero.


Cero goles, cero fútbol, cero gritos. Cero corazón. Cero importancia a la victoria. Cero respeto a los hinchas propios y a los de sillón. Que termine el domingo y esta fecha que me aburro. Los tiros libre deprimían, cada córner era una cicatriz en las venas. Las gambetas eran un insulto a los ojos.

Autor: Luis Gabriel Cazzullo

Twitter: @luiscazzullo

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