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Deportivo Cali: El título que nunca llegó, la fiesta que nunca se hizo

Deportivo Cali: El título que nunca llegó, la fiesta que nunca se hizo

16 de junio de 1999. Sao Paulo, Brasil. Final de la Copa Libertadores de América. El rival: Palmeiras.


En horas de la mañana, el ambiente que se respira en la concentración del Deportivo Cali es de ansiedad, nervios, quizás algo de miedo, pero sobresale la gran expectativa por celebrar aquel título que se visualizan tener en sus manos ya en la noche. Llevar ese trofeo a casa, es la idea. Celebrar por lo alto, una obligación. 

Ese mismo día, en horas de la noche. Desolación. Desconcierto. Tristeza. Silencio. Un mar de sentimientos agobiantes es el Deportivo Cali en ese momento. Sentimientos que se ven reflejados en el rostro del señor Fernando Marín, directivo del club desde los años 90, y quien recuerda aquel histórico momento como si hubiese sido ayer. No se logró el objetivo. El trofeo no llegó a casa. La fiesta no se llevó a cabo.

Todo comienza un año atrás, en la temporada de 1998. En una campaña con muchos altibajos al mando del hoy Director Técnico del club Atlético Nacional de Medellín, Reinaldo Rueda, se llegó hasta el mes de septiembre de aquel año, y que por el rendimiento del equipo, el estratega vallecaucano fue relegado de su puesto. El mando lo asume José Eugenio ‘el Cheché’ Hernández, quien llega -según Marín- por una propuesta de él. ‘Cheché’ era Asistente Técnico en ese entonces de Millonarios, dirigido por Jose Luis Pinto. Hasta ese momento, ‘Cheché’ no había dirigido a un equipo, lo cual fue una decisión algo arriesgada para el comité directivo del club azucarero, pero que se logró concretar gracias a la buena relación que Marín y Hernández tenían, puesto que el estratega había dirigido en las inferiores menores del Cali en los años 95-96.

La decisión fue aceptada por el comité directivo. ‘Cheché’ sería el Director Técnico, el paraguayo Jorge Amado Nunes su asistente y como preparador físico, el profesor Herney Gómez. De esta manera, el Deportivo Cali emprendería el final del camino, los tres meses restantes para la culminación de aquel recordado torneo, en donde el cuadro verdiblanco se coronaría campeón por séptima vez en su historia. Gracias a este título, el Deportivo Cali consigue un cupo a la Copa Libertadores de América, en la cual nadie se esperaba lo que estaba por venir.

Febrero de 1999. Arranca el torneo continental de clubes más importante de América. Deportivo Cali se ubica en el grupo dos junto a su compatriota Once Caldas y los argentinos River Plate y Vélez Sarsfield. Con una nómina de lujo, Mayer Cándelo, Martín Zapata, Víctor Bonilla, Rafael Dudamel, Gerardo Bedoya, Mario Alberto Yepes, entre otros grandes futbolistas, el club verde lograría hacer nueve puntos de nueve posibles como local y a pesar de perder sus juegos como visitante, esos nueve puntos que lo ubicaron en la segunda posición por debajo de Vélez, le permitieron clasificar a la siguiente ronda, los octavos de final.

Superada satisfactoriamente la fase de grupos, el club verdiblanco seguiría ronda por ronda, enfrentando rivales de renombre del balompié sudamericano. Colo-Colo de Chile, Bella Vista de Uruguay y Cerro Porteño de Paraguay, las pruebas que el Cali tuvo que pasar para estar en aquella cita tan especial y ansiada por toda la afición azucarera, la final de la Copa Libertadores de América.

2 de junio de 1999. Estadio Olímpico Pascual Guerrero, Cali. Un estadio a reventar, con aforo para aproximadamente cuarenta y cinco mil personas, estaba lleno en su totalidad. La euforia estaba en su máximo punto. Nadie se quería perder este encuentro. La ciudad se paralizó para ser testigos de la hazaña azucarera y de un momento que quedaría guardado en la memoria de todos los que la presenciaron, la final de la Copa Libertadores.

Ahí estaba, el primer club colombiano en llegar a esta final continental en 1978 de la mano del argentino Carlos Salvador Bilardo, y que veintiún años después, volvía a la misma. En aquel partido de ida, en la ciudad de Cali, el club local se llevaría la victoria por la mínima diferencia ante el rival de turno, Palmeiras de Brasil. Al minuto cuarenta y dos de la primera parte, Mayer Candelo logra zafarse de la marca de la defensa brasileña, quien entre Roque Junior y un compañero lo doblegaron, logra sacar el centro y solo, en su lugar predilecto, el delantero certero, Víctor Bonilla, abre el marcador y marca el único tanto del encuentro aquella noche de ensueño.

“Yo no sé por dónde pasó Mayer Candelo, estaba enredado, dos hombres del Brasil encima de él, se llevó la pelota, con su zurda el centro y de cabezazo Bonilla”, era lo que decía el locutor eufórico en aquel momento único en la historia azucarera.

Finaliza el partido, victoria verdiblanca. Con las maleta llenas de ilusión, optimismo y esperanza, y con ventaja de un gol, viajaba el club caleño a Sao Paulo, Brasil, para cumplir con el partido de vuelta.

Días antes a este encuentro -cuenta Fernando Marín- entre la junta directiva del club, hicieron la petición al Palmeiras de jugar en el estadio Morumbi, perteneciente al club Sao Paulo, y no en el estadio Palestra Itália o Parque Antártica, perteneciente a Palmeiras, con el fin de no sentir tanto la presión de la afición local, ya que el estadio Morumbi cuenta con una capacidad para aproximadamente ochenta mil espectadores, mientras que el Parque Antártica contaba con 27.650 lugares, lo que haría que la torcida brasileña estuviera un poco más dispersa. La propuesta fue rechazada por los dirigentes del Palmeiras. El partido se jugaría en el Parque Antártica.

16 de junio de 1999. Sao Paulo, Brasil. El día en el que se haría historia. Esa mañana, las expectativas estaban por lo más alto. El ambiente era de casi fiesta, concentrados, pero casi seguros de que ese trofeo se lo llevarían a casa y esa fiesta la celebrarían por lo alto. Todo en Cali estaba listo, la sede campestre del club verdiblanco estaba siendo engalanada. Las tarimas estaban listas. El tapete rojo por donde los campeones desfilarían con el preciado trofeo estaba listo. Las orquestas que encenderían la fiesta estaban listas. Todo preparado para recibir a los campeones del continente, al mejor club de América.

El momento ha llegado. El estadio Parque Antártica estaba igual de lleno que el Pascual Guerrero, nadie quería dejar de presenciar ese momento que coronaría al campeón de América. En la tribuna, más de cien aficionados del club verdiblanco viajaron para celebrar en tierras cariocas el título internacional. En un palco que el club local le cedió al cuadro caleño -cuenta Marín con su mirada iluminada por el recuerdo- estaban aproximadamente cien personas, los cinco integrantes del comité ejecutivo, hinchas, familiares y socios del club. Todos esperanzados en que su equipo amado lograría el objetivo planteado y más que mencionado, llevarse el trofeo a casa.

En la cancha, once guerreros: Rafael Dudamel, John Wilmar Pérez, Andrés Mosquera, Mario Alberto Yepes, Gerardo Bedoya, Martín Zapata, Alexander Viveros, Arley Betancourt, Mayer Cándelo, Víctor Bonilla y Geovanny Córdoba.


Todos con una motivación enorme, tan enorme como la presión que ejercía la torcida de Palmeiras. En los noventa minutos reglamentarios, el encuentro terminaría 2-1 a favor del local, empatando la serie y obligando a resolver en la tanda de penales, para muchos, una lotería.

Falla Zinho para Palmeiras, celebra la afición azucarera. El Cali no desperdicia sus tres primeras oportunidades, la ilusión es más fuerte que nunca. Falla Gerardo Bedoya, celebran los brasileños. Vuelve y falla el Cali, no hay nada más que hacer. Palmeiras es el campeón.

Nuevamente aquí. Desolación. Tristeza. Llanto. Decepción. No se dice mucho, sólo palabras de ánimo que sirven de poco o nada  en ese momento. No fue la noche soñada. No están como pensaron estarlo, celebrando. Y además de la tristeza, un momento bochornoso por parte de la afición local empeora el momento. “A pesar de que el Palmeiras fue el campeón, y que fuimos acordonados por la policía, a la salida del estadio nos dieron piedra los hinchas del Palmeiras”, recuerda Fernando Marín como caso paradójico en ese momento, en donde encima de la tristeza y decepción que el equipo sentía, la hincha brasileña los despide con piedras. Vaya momento.


A desmontar todo. En Cali, la decepción también inundó las calles, el desconsuelo y la tristeza se reflejó en muchos rostros de aficionados azucareros que deseaban ser partícipes de la apoteósica celebración. Se bajaron las tarimas. Se quitó el tapete del desfile. Las orquestas no tocaron. La sede campestre volvió a lucir como de costumbre. Todo porque aquel 16 de junio de 1999, el trofeo no llegó. La fiesta no se hizo.

Jhon Pablo Cuellar Torres
@jhonpact

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